UN
GOLPE DE SUERTE
Todo
había transcurrido muy rápidamente. Algo que se había planeado durante tanto
tiempo y repentinamente, un giro del destino, hizo que el desenlace arrojara
los mismos resultados.
Luego
de varios meses esa noche tormentosa daba el marco perfecto para la ejecución
de su plan.
Años
de cuidados intensivos al Sr. López habían logrado que confiara en ella, y en
uno de esos últimos momentos de delirio, firmara el testamento que traspasaría
toda su fortuna a nombre de la servil y desinteresada enfermera.
A la
familia no le agradaba su presencia pero ninguno estaba en condiciones de
resignar su vida para cuidar de un enfermo, sobre todo cuando, en realidad
esperaban su deceso para hacerse de unos buenos millones.
Por
suerte su hijo mayor considero muy valiosa la ayuda profesional de Rita y así
pudo mantener su trabajo y planificar cada detalle de su brillante plan.
Entre
todos los padecimientos del Sr. López había uno que le daría la mayor de las
satisfacciones. La diabetes…silenciosa y recurrente… mortal. Esperaría el
momento oportuno para administrar unas unidades más de insulina y la
hipoglucemia haría el resto. Era perfecto.
La
casa del Sr. López era una de esas construcciones victorianas ocultas por una
vegetación abundante. Muchos muebles antiguos, muchas alfombras y pinturas
completaban los espacios vacíos de cariño, de todas las estancias de la casa.
Si
bien tenía una familia numerosa nadie venia de visita. Nadie recordaba al Sr. López, nadie lo extrañaba. Salvo Julián, su primogénito.
El Sr. López parecía ser un hombre de carácter complicado pero cambiaba su
semblante cuando estaba con Julián.
Para el clan familiar la desaparición del Sr. López seria un alivio. Luego se convertiría en un dolor de cabezas, cuando
se dieran cuenta de que la herencia ya no les correspondería.
El Sr. López respiraba con dificultad y frecuentemente se atragantaba con su
papilla. Solo debió esperar a que sufriera un nuevo episodio de
broncoaspiración y la infección respiratoria descompensaría su diabetes,
dándole el pase directo al otro mundo y a ella a su nueva vida. Nadie
sospecharía su intervención dándole una sobredosis de medicación.
Rita
recorrió el pasillo oscuro de la planta superior, con la jeringa mortal.
Sudorosa
y alerta se sobresaltó con cada relámpago que iluminó la estancia a través de
los altos ventanales.
El
monstruo que llevaba adentro se estaba liberando y daría el golpe final…
mataría a un hombre y no había vuelta atrás.
Al
abrir la puerta un silencio sepulcral le heló la sangre y un escalofrió ominoso
le recorrió la espalda. Al acercarse a la cama del Sr. López, vio su rostro
pálido casi verdoso. Sus ojos de contornos morados la perforaron con su mirada
distante. No pestañeaba. Había muerto.
Por
un minuto la mente se le puso en blanco y las sienes le retumbaron al ritmo de
su pulso acelerado. Refrenó al demonio asesino que pujaba por salirse de su
alma y suspiró aliviada agradeciendo semejante golpe de suerte.
Rita
llamo al doctor y a la familia del finado.
En
menos de una hora y con el cuerpo todavía tibio toda la familia se reunió en la
sala de la vieja casona. Parecía una convención de cuervos y buitres. El único
que lloraba a su padre era Julián.
Luego
de la confirmación de la muerte natural del Sr. López; Julián agradeció los
cuidados de la enfermera y la despidió cordialmente.
Detrás
de la cara apesadumbrada de Rita había una alegría contenida, sin esfuerzos ni
remordimientos comenzaba a vislumbrar una vida de lujos.
Julián
miró a su padre con tristeza pero con orgullo. Fue un hombre recto y de mucho
carácter. Hombre de ciencia al igual que él. Quizá la devoción por la profesión
fue lo que los mantuvo tan unidos.
No
pudo negarse a su última voluntad. Unos meses atrás su padre había llamado al
escribano, aprovechando uno de sus momentos de lucidez, quien redacto el
testamento que legaba toda su fortuna a la universidad.
Luego
de todos los trámites legales guardó los documentos a la espera del desenlace
fatal. Y había llegado el momento, sabía que todos quedarían sorprendidos.
Antes
de salir, abrió el primer cajón de la cómoda, esta vez para echarse al
bolsillo, el funesto manuscrito, que siempre había saltado a la vista desde
allí cuando iba a sacar un pañuelo limpio; y, provisto de él, se animo a
enfrentar la calle.
LG

Intrigante al principio, y con un desenlace buenísimo......... los sonó a todos!!!!!!! Muy bueno Luisa !!!!!!!
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