martes, 21 de julio de 2015

MIEDO EN LA MEDIANOCHE








En medio de la noche un ruido muy fuerte me hizo saltar de la cama. La habitación se iluminó súbitamente para quedar otra vez en la oscuridad más negra que haya visto.
No se que es lo que pasa porque no soy capaz de darme cuenta si sigo dormido o estoy despierto.
Sobre las paredes de mi habitación se proyectan las sombras de varios monstruos gigantescos que se balancean en las ramas de los arboles del jardín. Sé que en cualquier momento van a entrar por la ventana y es necesario que tenga un plan preparado para escapar.
De repente una ráfaga de disparos resuenan sobre el tejado. Estoy seguro que afuera usan esas ametralladoras poderosas que yo tengo en el GTA de mi Play.
Me tapo completamente con mi acolchado que, esta vez, está preparado con algún tipo de material antibalas pero la amenaza sigue estando allí afuera. Vuelve a sonar ese terrible estruendo y me bajo de la cama. La puerta está abierta y en un segundo pienso en recorrer el pasillo hasta la habitación de mis papás.
Mis pies están pesados y parecen de piedra. Miro el pasillo, eterno y oscuro que debe medir casi una cuadra.
La suerte está echada. Tengo que correr sin mirar atrás ni al costado porque está el baño. Por ahí pueden haber entrado los monstruos del árbol.
Corro sin parar temblando de miedo y al pasar por delante del baño algo me sujeta y me levanta por el aire.
Grito con todas mis fuerzas para que mis papás me escuchen y vengan a salvarme. Estoy atrapado.

Una voz dulce y poderosa me tranquiliza y unos brazos fuertes me envuelven y protegen. Es mi papá que me susurra al oído -hijo, no te asustes es solo una tormenta - y me lleva a dormir a su cama.
                                                                                                                                                        LG

LA HISTORIA DEL SOTANO DE LA PLAZA ALMAGRO








Cuando llevo a mi sobrinita  a la calesita no puedo dejar de mirar ese lugar de la plaza.
Quiero contarles la historia del sótano de la plaza Almagro.
Yo pase mi infancia en Moreno, pcia de Buenos aires. En un barrio común del conurbano. Allí las tardes transcurrían en calles de tierra, entre bicicleteadas a 2 cuadras a la redonda de mi casa y trepadas a todos los arboles del campito de al lado.
La plaza del barrio era un manzana con arboles pequeños con sus tutores que se alineaban en diagonal hacia el centro, coronado por un mástil pelado. Muchos años más tarde llegarían los juegos para niños y la bandera.
Así que ir de visita a la casa de la tía y reencontrarme con mi prima Gaby  era toda una aventura porque vivía enfrente de la plaza Almagro, gigante y hermosa.
Desde la ventana del primer piso podíamos apreciar los diferentes sectores de la plaza: el arenero en la esquina de Bulnes y Cangallo, actualmente  Perón,  la Calesita y el puesto redondo de panchos sobre Bulnes, el mástil central siempre llenos de palomas  y las mesas con tableros de ajedrez en la zona más oscura de la plaza, sobre la calle sarmiento.
El arenero tenía dos toboganes, uno pequeño y el otro para los chicos más grandes. Varios años tardamos en subir victoriosamente por la escalera de ese tobogán. Todavía recuerdo el vértigo que sentíamos cuando volábamos por su rampa de madera. Porque a esa edad todo te parece inmenso. Así nos parecía la plaza en su totalidad y teníamos prohibido irnos solas de un extremo al otro sin que nos acompañara la tía protectora.
Entre la calesita y el arenero todavía está la zona más misteriosa de la plaza. Dos puertas de metal apenas  elevadas del piso y cerradas con un candado de hierro.
Antiguamente todas las plazas tenían un cuidador que se encargaba de mantener el césped cortado y las flores en los canteros, porque así era la plaza Almagro, muy florida.
El cuidador era un hombre viejo y sospechoso, que nos miraba de reojo y entraba y salía por esas puertas que siempre las mantenía cerradas.
Muchas veces nos preguntamos que habría en ese lugar y estábamos convencidas de que no sería nada agradable porque si nos portábamos mal la tía nos decía que iban a dejarnos un rato ahí hasta que hiciéramos caso.
Entonces desde la ventana cada vez que el jardinero entraba nuestra imaginación hacia de las suyas. Debajo habría una ciudad subterránea donde él tenía su casa? Sería un sótano con cárceles para niños?  Habría una rata nodriza gigantesca esperando al cuidador para que la alimentara porque era tan grande que no podía salir por esas puertas? O simplemente seria un pasadizo subterráneo por donde el tomaba un atajo para salir de la plaza sin ser visto?
Un día al llegar a la plaza vimos algo extraño.. si,  ahí delante nuestro las puertas estaban abiertas. Gaby y yo nos miramos mientras nuestras piernas empezaron a temblar porque sabíamos que, aunque no quisiéramos, un imán llamado curiosidad nos iba a empujar a mirar adentro. Nuestros ojos, grandes como platos, no salían de su asombro  ya que quizás mirar por esas puertas nos confirmaría nuestras sospechas. Habría un niño castigado cuidado por la rata nodriza y si mirábamos tendríamos la necesidad de idear un rescate. El problema era que ni entre las dos juntábamos la cuota de valentía necesaria para semejante empresa.
De todas formas ahí estábamos y  lentamente nos fuimos acercando. Al llegar al pie de las puertas  vimos una escalera pero el interior estaba tan oscuro que tuvimos que entrecerrar los ojos.  Nos fuimos inclinando para agudizar más nuestra visión cuando sonó el silbato del cuidador.

Como si se nos hubiese aparecido un fantasma salimos corriendo a toda velocidad hacia la casa de Gaby y desde su ventana  observamos como el cuidador cerraba las puertas y con el candado de hierro se guardaba nuevamente todos sus secretos.
                                                                                  LG

SI PUDIESE VOLAR



Cada mañana
al subir a la autopista
miro el transito atascado y pienso…

Si pudiese  volar rompería las cadenas
que me unen a esta tierra
para tocar el cielo con mis manos.

Podría ver el rio
con sus destellos plateados  y
sentiría el calor del sol sobre mi cara.

Si pudiese volar
rozaría con mis dedos
la copa de los arboles,
tiñéndome la piel con sus cálidos colores otoñales.

Si pudiese volar
vería los sueños de la gente
como si fueran globos de colores
que se elevan por el aire.

Si pudiese volar
sería sol, sería luna,
sería fuego, sería lluvia
sería llanto, sería risa,
sería sueño y sería brisa.


Solo…Si pudiese volar.
                                       LG

PARIS ASOMBROSO


Enero del 2011

París… la mística ciudad de los enamorados.
Comienzo este viaje tan ansiado con las expectativas propias de una fotógrafa amateurs inquieta y soñadora.
La ciudad es realmente maravillosa, como se ve en las postales. Tiene el encanto de cientos de años de historia y la modernidad de una cultura progresista.
Desde la ventana del hotel donde me hospedo puedo ver la torre Eiffel, insignia de la ciudad y del país. Me encuentro bastante cerca de ella, tan solo cruzar la Rue Jarry.
Saco mi cámara de fotos y con mi teleobjetivo recorro la estructura metálica que resplandece bajo los pocos rayos de sol que se filtran en este día nublado de invierno.
Al pie de la torre veo a una pareja de enamorados. Se abrazan. Y pienso que definitivamente esta es una ciudad para enamorarse. No en vano muchas películas se han rodado en este suelo y fue y seguirá siendo inspiración para muchos artistas.
Algo que veo a través de mi lente me hace volver a la realidad. Es la mujer, que con expresión triste y acongojada mira al hombre que se separa de ella. Él la mira pero no le da explicaciones.
Consigo varias tomas del momento. Pero el hombre le suelta las manos y la deja sentada en ese lugar de ensueños, que en vez de brillar por las emociones, se llena de una bruma espesa y gris.
Corro por las escaleras de mi hotel para acercarme a la pareja, movida por una intriga desesperada. No puede pasar esto en París!! si es un lugar idílico para el encuentro amoroso.
Cuando llego a la torre, la mujer parece petrificada, su rostro inexpresivo no invita a la charla. Él se aleja a paso cansino y con una actitud totalmente opresiva.
Lo sigo insistente por las callejas adoquinadas de la gran ciudad hasta llegar a una casa de retiro muy pintoresca. Atraviesa el jardín delantero donde se encuentran varios ancianos con sus familias, ya que  parece ser un horario de recibo de visitas. El extraño caballero ingresa al hall central perdiéndose de mi vista. Al llegar allí me recibe una recepcionista  a la que le describo al hombre que estoy buscando. Gentilmente y con expresión desconcertada me contesta.
-Madame  aquí no se hospeda ninguna persona con esa descripción.
- pero lo acabo de ver ingresar a este lugar- en ese momento recuerdo la cámara que llevo colgada y le muestro  las fotografías que había tomado.
- ah si!! Es Monsieur Auguste Gausteau  .Ésta  fotografía se encuentra en su mesa de noche. Es de su luna de miel. Como usted sabrá le seigneur es un poeta muy reconocido que le ha escrito toda su vida  al amor eterno. Seguramente  la fotografía debe estar en la web y es bastante antigua, creo que de 1950.
- pero….no comprendo, si la tome hace unos minutos desde la ventana de mi hotel.
-madame, eso es imposible, Monsieur Gausteau tiene 85 años y se encuentra en estado terminal en la habitación 314. Su señora esposa murió hace ya muchos años. Si es familiar podría pasar a verlo.
- no, no gracias. Estoy un poco confundida. Me despedí de la recepcionista con la necesidad de salir a la calle y tomar una bocanada de aire que hiciera reconectar  mis neuronas que habían quedado totalmente descontroladas. Caminé sobre mis pasos hasta llegar a la Torre y por supuesto, la mujer gris ya no estaba allí.
Mi pensamiento voló hasta la vieja casona de retiro, sobre las palabras de la recepcionista” le seigneur dedico su vida a escribirle al amor eterno”. Sera que Gausteau se estaba despidiendo?

Días más tarde las noticias me informarían sobre la muerte del famoso escritor francés.
                                                                                                                                              LG

TE NOMBRARE VECES Y VECES


“Que no es un buen momento”
“Que no se si esto es lo que quiero”
“Que sería mejor no tenerlo”
Como si los demás tuvieran derecho a elegir por mí.
Si, todas estas frases tuve que escuchar mientras mi mundo interno empezaba a cambiar.
Desde el momento en que vi las 2 rayas rojas supe qué era lo que realmente quería y me aferré a vos y vos a mí.
Mi vida cambio por completo, ya no era yo contra el mundo sino vos y yo juntos en el mundo.
Toque mi vientre una y mil veces mientras crecía, tratando de grabar sus cambios en mi memoria.
Pudiste sentir el latido de mi corazón y estoy segura que te dabas cuenta, a través de los cambios de su rítmica melodía, si estaba feliz o estaba triste.
Llene mi alma de ilusiones, imaginando como seria tu futuro y el mío.
Hasta que apareció el dolor y ese desgarro interno desmoronó nuestro mundo.
Y en la confusión y el espanto nuevas frases incomprensibles llenaron el espacio.
“Que hicimos todo lo que pudimos”
“Que solo Dios sabe por qué”
Ya todo había pasado, tan rápido que parecía un sueño, pero toque mi vientre y estaba plano y vacío nuevamente. Solo susurre tu nombre y comprendí lo efímero de la existencia.

Te nombrare veces y veces y esperare el momento de reencontrarme con vos adonde quieras que estés.
                                           LG

LA LEYENDA DE HATUTUNPUG Y LOS GIRASOLES





Hace muchos años, tantos que no me alcanzan los dedos  de las manos para contarlos, la provincia de Buenos Aires estaba habitada por una tribu de indios llamados pampas, que en la lengua quechua quiere decir llanura.
Se dedicaron a la caza y a la agricultura pero fueron perseguidos por las expediciones de Rosas como si fueran intrusos en la tierra que los vio nacer. Pero, en fin, esa es la historia que conocemos todos. Sangre, barbarie y muerte impune.
Cuenta la leyenda que uno de los hijos del cacique llamado Hatutunpug, un joven muy valiente, se preparaba para asumir el mando de su tribu. Pero como todo guerrero recién iniciado carecía de la serenidad que los años aportan a la experiencia del hombre pampeano y desobedeciendo las ordenes de su padre se acerco a las tierras que lindaban con el Fortín de San José de Lujan. Ese lugar era fascinante, no solo por lo prohibido sino porque veía una vida completamente diferente a la de la toldería.
Los soldados de San José lo avistaron y creyendo que era un indio centinela le dispararon a mansalva.
Quedo el indio muy malherido pero logro arrastrarse hasta la primera arboleda que divisó para quedar fuera de la vista de los guardias.
Pasaron varios días de sufrimiento hasta que, al borde de la muerte, una de las chinas que llegaban hasta el fortín para trabajar en la cocina, lo encontró y decidió ocultarlo hasta que sus heridas sanaran.
Hatutunpug no sabía si estaba vivo o si ya había muerto pero miró a la mujer y el alma se le estremeció. Nunca había visto algo tan hermoso. Su cara redonda y blanca, su cabello dorado como el trigo y la calidez con que lo cuidaba le recordaban al mismísimo sol.
Así pasaron las semanas y lentamente sus heridas mejoraron y sus corazones comenzaron a fusionarse. El hacia planes para llevarla a la toldería. Ella no comprendía su lengua pero asentía gustosa porque nada quería más en el mundo que estar al lado de su indio.
Meses pasaron sin que el cacique supiera del paradero de su hijo pero estaba seguro que su desaparición tenía que ver con el hombre blanco. Tal era su sed de sangre que declaro la guerra al fortín con un ataque silencioso al llegar la noche.
El malón arraso la fortaleza incendiando sus murallas de troncos. Muchos murieron de ambos bandos y los sobrevivientes fueron rescatados por el ejército y llevados a la ciudad más cercana. Entre ellos estaba la china.
Hatutunpug escucho los gritos desgarradores de la muerte y al salir de su escondite vio la desolación del campamento incendiado. Busco a su china con desesperación al saberla perdida comprendió que su vida ya no tenía sentido.
Arrodillado y llorando, ante el amanecer, sintió que su cara se iluminaba con un candor de ensueño. Pensó que era ella, que volvía para cuidarlo, como el día en que lo rescato de la muerte.
Pronto se dio cuenta que en realidad era el sol naciente en la pampa que lo envolvía con sus rayos y así quedo inmóvil añorando.
Dice la leyenda que sus lagrimas mojaron la tierra e hicieron que le brotasen raíces y su cara siempre mirando al sol se mimetizara con el mismo, convirtiéndose en una planta esbelta y elegante que orienta sus facciones hacia la calidez  que le recordaría por siempre a su mujer amada.

Así la pampa cubrió sus llanuras con esas plantas doradas que la civilización llamaría girasoles en memoria del indio Hatutunpug que espero eternamente el regreso de su china.
                                                                    LG

UNOS NACEN CON ESTRELLA Y OTROS NACEN ESTRELLADOS



Había una vez…. Bueno suena cursi, en realidad esta historia me la contó un amigo de un amigo y se trata de  un payaso que no podía hacer reír.

Tenía nariz de payaso, pelo ensortijado multicolor y unos zapatones gigantes. Hasta tenía dibujada una estrella en uno de sus ojos. Pero, pobre, él siempre pensó que eso era un estigma de buena suerte ya que mil veces había escuchado de sus viejos ese dicho que dice algo así como “unos nacen con estrella y otros estrellados”. Era evidente que no siempre estas frases hechas tenían razón, más bien parecía, en este caso, depender desde que  parte de la oración estuviéramos leyendo…. a este payaso le toco nacer estrellado.

Era la tercera generación de payasos  y como sus antecesores era su destino alegrar a los niños que pasaban noche a noche por el circo más popular de la región. Pero cada vez que salía a  escena los niños lloraban en vez de reír y sus compañeros terminaban sacándolo a empujones de la carpa mayor.

Así fue que decidió huir del circo y probar suerte por las calles de la ciudad. Esperaba a que los semáforos se pusieran en rojo para acercarse a los automovilistas. Pero estos, al verlo, cerraban sus ventanillas y apuraban la marcha. Los malabaristas y limpiavidrios que compartían parada empezaron a abuchearlo  y a correrlo de estas esquinas ya que les quitaba oportunidades de ganarse unos pesos.

Abatido por sus desgracias se sentó en el banco de una plaza. Muy entristecido miro a su alrededor y vio varios grupos de niños jugando. Los más pequeños saltaban los charcos del piso que había dejado una lluvia pasajera. Corrían y reían sin parar. En un costado cerca suyo, otro grupito dibujaba una rayuela.

Pensaba y pensaba ¿Cuál sería el secreto para generar esa mueca que produce la risa? Pero no lo sabía… creyó que eso venia con los genes, después de ver durante toda su infancia a su abuelo y a su padre en acción. Pero no, él no podía hacer lo mismo.

Sin darse cuenta uno de los niños al verlo tan triste se le acerco y lo miró, primero con curiosidad y luego con asombro y le señalo la cara.
“Nadie puede reírse sin sonrisa- le dijo- lo que te falta es una boca que ría, porque la risa contagia risa”. En ese momento el payaso miro hacia el suelo y vio su reflejo en un charquito de agua. Era cierto… en todos estos años nunca se había maquillado la boca, desde su nariz hasta su mentón había un amplio silencio blanco.

El niño dejo la rayuela y con su tiza le dibujó una gran sonrisa. Como si fuera mágico el payaso comenzó a reír y junto a él rieron los niños, y los padres de esos niños y hasta la gente que pasaba caminando era contagiada por esa alegría.


Cuando ya no le quedaron mas fuerzas para reír recién pudo darse cuenta que muchas veces las soluciones a los problemas son más simples de lo que uno cree.
                                                                                                                            LG