Enero del 2011
París… la mística ciudad de los enamorados.
Comienzo este viaje tan ansiado con las expectativas propias
de una fotógrafa amateurs inquieta y soñadora.
La ciudad es realmente maravillosa, como se ve en las
postales. Tiene el encanto de cientos de años de historia y la modernidad de
una cultura progresista.
Desde la ventana del hotel donde me hospedo puedo ver la
torre Eiffel, insignia de la ciudad y del país. Me encuentro bastante cerca de
ella, tan solo cruzar la Rue Jarry.
Saco mi cámara de fotos y con mi teleobjetivo recorro la
estructura metálica que resplandece bajo los pocos rayos de sol que se filtran
en este día nublado de invierno.
Al pie de la torre veo a una pareja de enamorados. Se
abrazan. Y pienso que definitivamente esta es una ciudad para enamorarse. No en
vano muchas películas se han rodado en este suelo y fue y seguirá siendo
inspiración para muchos artistas.
Algo que veo a través de mi lente me hace volver a la
realidad. Es la mujer, que con expresión triste y acongojada mira al hombre que
se separa de ella. Él la mira pero no le da explicaciones.
Consigo varias tomas del momento. Pero el hombre le suelta
las manos y la deja sentada en ese lugar de ensueños, que en vez de brillar por
las emociones, se llena de una bruma espesa y gris.
Corro por las escaleras de mi hotel para acercarme a la
pareja, movida por una intriga desesperada. No puede pasar esto en París!! si
es un lugar idílico para el encuentro amoroso.
Cuando llego a la torre, la mujer parece petrificada, su
rostro inexpresivo no invita a la charla. Él se aleja a paso cansino y con una
actitud totalmente opresiva.
Lo sigo insistente por las callejas adoquinadas de la gran
ciudad hasta llegar a una casa de retiro muy pintoresca. Atraviesa el jardín delantero
donde se encuentran varios ancianos con sus familias, ya que parece ser un horario de recibo de visitas. El
extraño caballero ingresa al hall central perdiéndose de mi vista. Al llegar
allí me recibe una recepcionista a la
que le describo al hombre que estoy buscando. Gentilmente y con expresión
desconcertada me contesta.
-Madame aquí no se
hospeda ninguna persona con esa descripción.
- pero lo acabo de ver ingresar a este lugar- en ese momento
recuerdo la cámara que llevo colgada y le muestro las fotografías que había tomado.
- ah si!! Es Monsieur Auguste Gausteau .Ésta
fotografía se encuentra en su mesa de noche. Es de su luna de miel. Como
usted sabrá le seigneur es un poeta muy reconocido que le ha escrito toda su
vida al amor eterno. Seguramente la fotografía debe estar en la web y es
bastante antigua, creo que de 1950.
- pero….no comprendo, si la tome hace unos minutos desde la
ventana de mi hotel.
-madame, eso es imposible, Monsieur Gausteau tiene 85 años y
se encuentra en estado terminal en la habitación 314. Su señora esposa murió
hace ya muchos años. Si es familiar podría pasar a verlo.
- no, no gracias. Estoy un poco confundida. Me despedí de la
recepcionista con la necesidad de salir a la calle y tomar una bocanada de aire
que hiciera reconectar mis neuronas que
habían quedado totalmente descontroladas. Caminé sobre mis pasos hasta llegar a
la Torre y por supuesto, la mujer gris ya no estaba allí.
Mi pensamiento voló hasta la vieja casona de retiro, sobre
las palabras de la recepcionista” le seigneur dedico su vida a escribirle al
amor eterno”. Sera que Gausteau se estaba despidiendo?
Días más tarde las noticias me informarían sobre la muerte
del famoso escritor francés.
LG

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