domingo, 15 de noviembre de 2015

                                                       


ABRACADABRA






Vuelvo al barrio de la infancia y me cuesta creer lo que ha cambiado pero la vieja casona familiar sigue siendo la misma. Varias generaciones pasamos por acá, todas con las mismas facultades, aunque algunas mas buenas que otras. Hoy, mis 2 hermanas y yo nos volvemos a reunir, como cada año.
Voy encendiendo la leña mientras espero que lleguen. Estoy ansiosa. 
La luna llena ilumina la noche mientras se escucha el revoloteo de algunos murciélagos en el tejado. 
¡Por fin! La puerta se abre y las veo. ¡Hermanas! Pasen, pasen ya casi está todo listo.
Queridas, ésta es nuestra reunión anual así que quería contarles para quien va dirigido este conjuro. ¿Se acuerdan de don José, el abuelito de Martina? Bueno, está pasando un mal momento de salud y necesita un corazón nuevo. Pero como es viejo esta fuera de la lista de trasplante. ¿Ese viejo choto que engaño a su mujer toda la vida? ¿Que nunca le dio bola a sus hijos? ¿A ese querés que le demos una nueva oportunidad? Chucu para Martina es una persona especial, él la busca todas las tardes del colegio, le prepara la merienda y la ayuda con las tareas mientras sus padres trabajan. Yo creo que Pichi tiene razón tenemos que ayudarlo porque la nena necesita muchas años mas a su abuelo. Bueno está bien, siempre tan melodramáticas ustedes. ¿Cada una trajo los ingredientes que les pedí? Asintieron.
El caldero estaba a punto de ebullición. Un líquido verdoso espumeaba y algunas chispas se liberaban explosivamente.
Lo primero que necesitamos son las flores de la alegría del hogar, Pichi, tirálas al caldero mientras revuelvo. ¡Yo traje la pata de cabra! Pero esta es una pata de cabra negra y te dije que tenía que ser blanca. Pero es lo mismo si a este viejo de mierda le va a servir igual. No! podría tener efectos adversos. Bueno le sacamos los pelos y se transforma en una pata blanca y listo, por qué no te dejas de joder un poco con las recetas milenarias y sos un poco más innovadora? Chicas, chicas no peleen. Sigamos que la noche es corta y nos falta agregar un poco de polvo de estrellas y unos cuantos clavos para que el hierro lo haga más fuerte.
Una vez que todos los ingredientes ingresaron al caldero comenzó la fiesta. Abra cadabra pata de cabra. Si, pata de cabra negra! Bueno boluda hubieses ido vos a correr cabras al monte a ver cual agarrabas primero! Seguí Pichi así, boquita de piñón, se calla de una vez. Chicas esto se está poniendo… explosivo!!!
De repente el contenido del caldero voló por los aires lanzando en todas direcciones una nube de pequeñas estrellitas multicolores y un aroma floral intenso. Miré a mis hermanas y las tres comenzamos a reírnos. Teníamos los pelos parados y las caras llenas de hollín. Nos acercamos al caldero y en el fondo estaba él. Un corazón rojo aterciopelado. Alegre y saltarín, yo creo que por la pata de cabra. Tini a vos te toca agarrar al viejo y cambiarle el corazón. Si, va a ser mejor que lo hagas vos porque yo se lo voy a meter por el culo. Chicas paren, me voy yendo porque deje a la nueva generación de brujitas, durmiendo solita. Limpien todo y no se olviden de apagar las luces antes de salir. ¡Será hasta el próximo año! Ufa siempre tiene una excusa para no hacerse cargo de la parte fea. Dale cállate y arreglemos todo esto que Don José mañana empieza una nueva vida junto a su nieta.

LG


sábado, 7 de noviembre de 2015



EL DIA QUE ELLA DECIDIO VOLVER





Ella entró esa mañana como si nada hubiese pasado.
Estaba preparando el desayuno mientras Carolina se duchaba antes de irnos a trabajar como hacíamos de rutina hacia ya varios años.
No sabía qué hacer, ni que decir. Mi corazón estaba completamente contraído por una mezcla de dolor y espanto.
Ya nada quedaba de ella en esta casa así que miró a su alrededor y por supuesto notó los cambios. Recordaba  perfectamente donde estaba la copia de la llave que, como en las películas yanquis, escondíamos debajo de la maceta de la ventana.
Carolina salió del baño y al entrar en la cocina se puso pálida. Ella fue su mejor amiga. Ahora éramos tres los sorprendidos. Lo primero que hizo fue abrazarnos. Estábamos petrificados por el miedo.
Pausadamente nos contó lo que había vivido. Era una locura porque para nosotros había muerto hacía cinco años.

***

 Sandra tenía cáncer de mama y habíamos hecho lo imposible para que mejorara. Ese día insistió en ir sola a su sesión de quimio pero algo salió mal. Los médicos dijeron que había sido una reacción adversa que la llevó al paro y aunque la reanimaron no reaccionó. Cuando me llamaron ya todo había terminado. Carolina me ayudo con todos los trámites. Sandra no quería velatorio ni entierro así que paso la noche en el sótano de la casa velatoria y por la mañana la llevaron al crematorio de la Chacharita.
Dijo verse muerta. Algo así como que, cuando uno muere, el alma queda cerca de su cuerpo por unas horas. Fue una espectadora de su propio destino pero le costó varios meses recordar lo que pasó.
Esa noche hubo una tormenta terrible y como solía pasar en Buenos Aires algunas zonas se inundaron. En especial el sótano de la sala velatoria. Sandra estaba sobre una mesa metálica. Un cortocircuito hizo una descarga eléctrica sobre la mesa y los voltios descargados sobre su cuerpo hicieron que su corazón volviese a latir. Su alma se sintió arrastrada nuevamente a ese cuerpo y repentinamente abrió los ojos. Se bajo de la mesa fría y se encontró desnuda y en shock.
Era medianoche y estaba sola. Corrió hacia la calle y un patrullero la vio deambulando desnuda y la llevó al hospital más cercano.
Era una NN. No podía recordar ni siquiera su nombre. Del hospital fue a parar directamente al Moyano. Ahí le dieron muchas pastillas de colores que ella tomaba, al principio, porque no entendía que pasaba. Con el tiempo empezó a engañar a las enfermeras y fue recuperando la memoria de lo pasado.
Un golpe de suerte le dio la posibilidad de fugarse. Una manifestación en la puerta del hospital y una furiosa represión policial sembraron el caos y varias internas alcanzaron la calle. Así fue que reapareció, legalmente muerta técnicamente viva y sin tratamiento para su cáncer. Eso la sentenciaba a muerte nuevamente.
Se quedo en casa solo ese día. Este ya no era su lugar en el mundo. Necesitaba plata para viajar al sur donde tenía a su familia. Sabía que al igual que nosotros ellos quedarían shockeados pero le quedaban pocos meses de vida. Ahora podía elegir donde morir.

Enloquecido fui a la casa velatoria a pedir una explicación. El dueño era un hombre muy mayor, parecido al conde Drácula, que me hizo pasar a una habitación lúgubre totalmente recubierta en madera. Parecía un ataúd.
Allí me explico ceremoniosamente que sus empleados le habían informado de la desaparición del cuerpo. Y que eso era un trastorno legal muy engorroso si lo denunciaba. Así que ordenó que llevaran el cajón hacia el crematorio como si nada hubiese pasado. Era la tercera generación de funebreros y nunca había visto a un muerto volver a la vida.
Ella estaba muerta ya que eso decía su certificado de defunción, el cuerpo estaba cremado así lo decían los registros de la Chacharita.
Me despidió cordialmente y me aconsejo que consultara a un psiquiatra y volviera a mi vida habitual.


LG

viernes, 30 de octubre de 2015




TOCANDO EL CIELO AZUL




Y pensar que, a pesar del maquillaje y de su atuendo tan sobrio, se lo ve hasta diría sonriente y satisfecho.
El Padre Octavio era un nonagenario de buena salud salvo por el alemán que lo acompañaba, hasta que lo sorprendió el infarto.
Aunque la comunidad eclesiástica y los fieles lo lloren apenados yo sé que tuvo su momento de gloria antes de morir.
Ayer uno de mis monaguillos vino a buscarme porque una mujer necesitaba verme con urgencia para confesarse. Intente explicarle que no era horario de confesiones pero cuando la vi no pude negarme.
 Era María, una mujer del interior que hacía varias décadas que estaba a cargo del cuidado personal del Padre Octavio.
A través de la celosía del confesionario solo veía su silueta pero podía escuchar su respiración entrecortada, casi al borde del llanto. Inequívocamente sentía culpa.

-                - Padre quise hacer un bien pero las consecuencias de mis acciones se me fueron de las manos.
-                -  Bueno María, trate de calmarse y cuénteme que pasó.

El aroma a incienso la embriagaba, el silencio de la iglesia en ese horario la asustaba y el frio de la estancia le recordaba la piel terrosa y azulada del padre Octavio cuando lo encontró antes de ayer, tumbado boca arriba y con los ojos desorbitados pero con una sonrisa placida dibujada en el rostro.
No quería recordar ese momento, pero era necesario que se confesara porque era parte de su religión. Necesitaba el perdón de su Dios, para ella y también para el Padre Octavio porque era un buen servidor.
El había sido una guía espiritual muy importante. No solo le dio trabajo y techo cuando vino del Chaco sino también, una buena educación que le permitió dejar de ser una pueblerina para ser una mujer de ciudad.
El padre Octavio sufría de Alzheimer. Por momentos era el cura bondadoso y caritativo pero cuando perdía su conexión con el mundo, era un hombre taciturno y amargado que añoraba la vida terrenal. La familia que no tuvo, las mujeres y los excesos, quizás todas cosas que habría vivido en su juventud pero que no estaban presentes hacia muchísimos años en su vida de clero. Ese era el mejor regalo de cumpleaños que podía darle a un hombre que había sido tan generoso con ella.

-                  -   Esa mañana me levante como de costumbre y prepare su desayuno. Saque un comprimido del blíster y lo         molí en el morterito de madera. Mezclé el polvito con la mermelada de arándanos que a él le gustaba y le          unté las tostadas. Cuando llegue a su habitación y golpee la puerta reconocí la voz del hombre, no la del            cura por eso pensé que ese era un buen momento.
     El padre seguía acostado cuando le acerque la bandeja con su desayuno, su gesto adusto me indico que no      iba a tomarlo así que le hable pausadamente para que me entendiera.

Encerrada en el confesionario recordó ese momento y no pudo evitar sonrojarse. Por una fracción de segundo, hasta la asaltaron las ganas de reírse.

-               -  Siga María, ¿Qué es lo que tanto la atormenta?

-               -    Le dije al Padre que tomara su desayuno y pensara algo bonito, algo que siempre haya anhelado, algo que le      gustaría hacer… el me miró extrañado y comió sus tostadas. Espere unos minutos y como no veía cambios      lo deje en su habitación.
     Estaba en la cocina cuando escuche la campanita con la que solía llamarme. Tanta insistencia me                    sobresalto así que cuando entre a su cuarto lo encontré con sus mejillas enrojecidas y sus ojos vidriosos          que me miraban suplicantes.
     Las sabanas se erguían a nivel de su pelvis mientras sonreía como un niño. En ese momento pensé que era      el milagro de la ciencia que necesitaba el hombre pero sus movimientos espasmódicos me asustaron y corrí      hacia el teléfono para llamar al médico.
    No me atreví a decirle lo que le había dado con el desayuno, solo atine a balbucear que el Padre estaba algo     excitado.
    El médico me indico que le diera la pastilla de la noche y lo dejara descansar. Y así lo hice.
   Unas horas más tarde cuando volví a verlo estaba mirando el techo, sus ojos estaban abiertos, su piel estaba    fría y pastosa y no respiraba. Sus manos estaban rígidas sobre su pelvis y el rostro mostraba esa mueca          extraña, mezcla de sonrisa y lamento.

Después de semejante confesión le indique su penitencia y deje que María se fuera de la iglesia en paz. Podía estar tranquila que su secreto quedaría eternamente guardado.
Nuevamente vuelvo mi mirada al cajón donde yace el cuerpo del Padre Octavio. Es verdad, su rostro es extraño, como dijo María, una mezcla entre sonrisa y lamento se dibuja en su cara añosa. Por un minuto se me vino a la mente  lo que dice el común de la gente” por lo menos no sufrió… y me conformo pensando en lo afortunado que fue al recibir ese regalo de cumpleaños.


LG






AMORES PERROS




¿Alguien puede imaginarse el amor verdadero?
Se siente en el corazón y se registra en nuestros órganos sensoriales. Se ve, se oye, se tacta, hasta yo creo, que tiene un olor particular.
Así cuando abro la puerta de mi casa todos sus órganos sensoriales le han avisado de mi llegada.
Basta con una mirada para que la empatía nos invada.
Tomo su cabeza entre mis manos. Acerco mi boca a su cara y puedo darme cuenta que sus pestañas doradas no se mueven. Sabe que mi proximidad no va a generarle un daño.
Sus ojos siguen el recorrido de mi rostro y puedo verlos converger hasta dejarlo bizco. Cuando mis labios entran en contacto con su ser, cada uno de sus músculos se tensa por una milésima de segundo, para deshacerse en una fiesta de sacudidas desde la punta de su cola hasta sus orejas.
Sí, eso es amor verdadero,totalmente desinteresado. Nada más tierno y simple que el amor de mi perro.

LG

miércoles, 21 de octubre de 2015


EL DÍA DE TODOS LOS MUERTOS




Hoy, 2 de noviembre es un día de fiesta para nosotros. Esta fecha solía ser feriado nacional hasta que la junta militar de la última dictadura la sacó del calendario.
Sacudimos nuestros huesitos y estiramos nuestras mortajas esperando ansiosos la apertura de los 5 accesos de la Chacarita a eso de las 7:30hs.
Es el único día del año en el que nos divertimos jugándole bromas a los visitantes.
Un día como hoy, de cielo despejado y sol radiante, nos visitan muchas personas; mas de las que se acercan en todo un mes. En su mayoría son mujeres mayores, viudas, madres o hermanas, que se encargan de limpiar nuestros recordatorios y cambiar las flores mustias y marchitas.
Ellas pueblan las diferentes callejas y avenidas de esta gran ciudad, con sus peinados endurecidos por el fijador y sus ropas prolijamente planchadas.
Lo primero que hacemos es pasar nuestros dedos espectrales por los rulos endurecidos de esas cabelleras añosas, despeinándolas alocadamente. Ellas le echan la culpa al viento.
También desojamos las flores que nos colocan en los nichos mientras lustran prolijamente las placas de bronce. Deberían ver sus caras de disgusto cuando se enojan con José y con Martita, los puesteros de flores de la entrada al cementerio.
Por supuesto nunca falta el desacatado que susurra secretos al oído. Más de una vez alguna abuela ha dejado su bastón para emprender una fuga veloz.
Para los pocos hombres que concurren a recordar a sus familiares les reservamos el ruido de cadenas y el sonido de tambores lejanos. Ellos sacuden sus cabezas pensando que son acufenos pero somos nosotros que tamborileamos sobre nuestros cráneos y sacudimos unas maracas que fabricamos con los candados que robamos de los panteones.
El cementerio encierra toda clase de mitos y secretos que siempre giran en torno a las ánimas en pena. Pero no se trata de pena sino de aburrimiento.
Solo nosotros sabemos las cosas que hacemos para pasar el tiempo eterno de la muerte lo más divertido posible.
Cuando llegan las 5 de la tarde ya no quedan visitantes en la necrópolis y todos retornamos a nuestras sepulturas hasta el próximo año.


LG

domingo, 27 de septiembre de 2015




NO LO SOÑÉ… HISTORIAS DE ADOLESCENTES




Por fin se terminó esta tortura. Dos semanas sin salir por no cumplir con las tareas de la escuela fue demasiado.
Si de algo estoy segura es de que mi mamá no entiende nada. Le explico que la profesora de Biología me odia y es por eso que me pone esas notas de mierda y encima me castiga.
Lo peor en estos casos es la reclusión. Hace 2 semanas que vuelvo del cole y me espera el silencio interminable de mi habitación. Sin tele, ni compu, ni celu. Nada de redes sociales. Nada de ver a mis amigos.
Ya estaba en la cuenta regresiva. Llegué a casa y me devoré el almuerzo lo más rápido posible para salir volando hacia la esquina.
Ahí, como todas las tardes me esperaba la bandita del pasaje, eramos cinco, Flor, Facu, Andy, Pato y yo. 
Nos conocemos desde el jardín de infantes. Tres vivimos en el pasaje  y los otros dos a la vuelta.
Esa esquina es nuestro punto de encuentro desde la escuela primaria. Ahora vamos a escuelas diferentes, pero nuestra amistad sigue intacta gracias a la esquina del pasaje. Tomamos mate, contamos los chismes escolares, Facu nos muestra sus nuevas destrezas con el skate y Pato, de vez en cuando, trae algún cigarro que le roba a su papá.
Ese día cuando volví a casa una sensación de alegría invadía cada rincón de mi cuerpo. La banda de la esquina era mi lugar en el mundo. Con ellos podía ser libre, ser yo misma.
Estaba muerta de cansancio cuando llegué a meterme en la cama y a diferencia de estos últimos días, no pude dar ni media vuelta entre las sabanas que me quedé profundamente dormida.
Soñaba que volaba sobre un mar azul transparente cuando, de repente, mi mente se llenó de lluvia como la que aparece en la tele cuando termina la programación. Fue solo un segundo. Cuando las imágenes retornaron, me encontraba en una calle desconocida y frente a una casa que jamás había visto en el barrio. Desde una de sus ventanas, alguien me observaba.

-¡Cami, acercate necesito tu ayuda!

Me sorprendió que  me llamara por mi nombre. Era una piba alta toda vestida de negro y con una voz melodiosa que me genero confianza. Tampoco recordaba haberla visto antes pero tenía un aire familiar.
Ella abrió la ventana para que pasara y pude ver su escritorio lleno de libros.

-Estoy presa! Tapada por las tareas de lengua y no entiendo un carajo! Por favor, yo sé que vos sos buena en esto, ayudame a terminar mis tareas porque mis viejos piensan dejarme acá adentro hasta que levante mis notas. Esto es un bajón, a ellos lo único que les importa es que vaya al colegio y estudie, como si fuera lo único que tengo que hacer. Vos sabes lo feísimo que es estar así.

Por supuesto que sabía de este tipo de torturas chinas que utilizaban los padres. Desde chica mi fuerte fue la literatura así que no me costó nada ayudarla a terminar la tarea pendiente.
No recuerdo nada más de ese sueño, para cuando me desperté ya tenía que levantarme para ir a la escuela.
Juliana era una de esas chicas raras de la escuela.

-¡todos estos pibes me parecen unos boludos importantes porque se creen más de lo que valen! maldigo el día en que mis viejos se mudaron y me anotaron en esta escuela careta.
-Dale Juli no es para tanto. Por suerte nos tenés a nosotras.

Conformaban un grupito de 3 chicas vestidas de negro, pintadas de negro y con un carácter más negro que la noche. Borcegos, tachas, cadenas y piercing eran lo que más llamaban la atención, pero rápidamente los demás se acostumbraban a su presencia y pasaban inadvertidas porque no hablaban, ni corrían ni gritaban como el resto de las chicas.
Solían ratearse de la clase para ir a caminar cerca de la estación de tren. En la plaza de la estación  se pasaban largas horas sin hacer nada. Bueno hacían cosas que nosotros todavía no entendíamos, como tomar cerveza y porrearse gran parte del día.
Esa tarde, cuando Juliana volvió a su casa la esperaba su papá, preparado para el sermón acostumbrado. Sin mirarlo, eligió su mejor cara de desagrado y de un portazo se encerró en su habitación.
Desde afuera su papá le gritaba  todos los castigos que se había ganado. Ella sabía que, por más rebelde que fuera, tendría que cumplir su condena. Enojada se tiró en la cama y se quedó dormida.
Soñaba que dibujaba con su Bic negra en la carpeta de lengua, cuando su mente se llenó de lluvia como la que aparece en la tele cuando termina la programación. Fue solo un segundo. Cuando las imágenes retornaron escuchó ruidos en la vereda. Se acercó a la ventana y la vio.
Era una de las chicas caretas del cole. La llamó por su nombre y le pidió ayuda.
Al verla tan desesperada Camila accedió y en unos pocos minutos tenía toda su tarea terminada. La sorprendió que sin ningún problema Camila la ayudara, si todo el mundo la ignoraba.
Camila parecía una buena mina pero era muy curiosa. Charlaron mucho, pero lo que primero le preguntó fue por qué tenía ese aspecto tan negro.

-Nos vestimos así porque es la única forma en la que no nos molestan. Imaginate lo que sufro, yo soy muy tímida y me veo fea al lado de ustedes. Así vestida me tienen miedo y no me joden. Es como tener puesta una armadura.

Cuando despertó se le hacía tarde para llegar al cole.
Ese día al empezar la primera hora teníamos Lengua así que la yegua de la profe nos cambió a todos de compañeros de banco.
A mí me tocó sentarme con el bicho raro. Hasta ese momento creo que jamás habíamos cruzado palabra pero sé que se llama Juliana. Mirando de reojo su carpeta me llené de asombro ¡Eran mis tareas! En el mismo momento las dos nos miramos y nos empezamos a reir. Deja vú lo llaman los que saben. Pero para nosotras fue nuestra carta de presentación.
De a poco nos fuimos conociendo y en pocos días Juliana y sus amigas vinieron a compartir la esquina del pasaje con nosotros. Siguieron vestidas de negro pero a nosotros eso no nos importo porque eran solo apariencias, ahora somos la banda de los 8.

LG

sábado, 26 de septiembre de 2015



LA VENGANZA DE LOS CONEJOS




Las vacaciones de verano tenían ese encanto especial  que le ponía la abuela bisa.
Cuando mis papas me dejaban en su casa de Lomas del Mirador, lo primero que me recibía era el olor a pan casero recién horneado.
Su casa tenía un fondo enorme coronado de frescos y esbeltos eucaliptos. Eran muy lindos de día pero de noche el movimiento de sus ramas producía un sonido parecido al  de una voz proveniente de ultratumba. Estos colosos eran verdaderos productores de pesadillas y la abuela una buena contadora de historias, así evitaba que prestara atención a los sonidos de la noche.
Mientras fui chiquita, esas historias eran dulces y mágicas, pero a medida que fui creciendo la abuela las fue condimentando con un poco mas de suspenso e intriga.
Erase una vez… así empezaban todas para luego transformarse en un desfile sin fin de zombies, carnotauros, centauros y doncellas.
La historia de Arturo fue una de esas que me dejo impresionada.
Si mal no recuerdo empezaba así:
“Erase una vez un nene llamado Arturo que vivía con sus padres en una granja dedicada a la cría de conejos.
Eran los productores de los mejores conejos de la región.
La granja estaba emplazada en una vasta extensión de terreno arbolado donde se encontraba la casa familiar, las conejeras y un galpón alejado de todo, al que tenía prohibido acercarse.
Las conejeras estaban dispuestas en una edificación donde se  apilaban las jaulas en las que vivían los conejos más diversos que puedan imaginar. Los conejitos se agrupaban según el tamaño y Arturo se pasaba horas jugando con ellos.
El nene sabía que los animales solo estaban bien cuando él los sacaba de las jaulas  ya que eran lugares muy incómodos para sus amigos.
Las jaulas estaban construidas con un enrejado espacioso por donde los conejos introducían sus patitas. A la mayoría se les quedaban atrapadas y en la desesperación terminaban lastimándose. Arturo también pasaba sus horas curándolos porque para sus papas eran parte del trabajo diario.
Una tarde de aburrimiento Arturo decidió romper las reglas y se acerco al galpón. El sabía que ése era el matadero.
Unos días antes un vendedor ambulante le había ofrecido a su papa un nuevo alimento balanceado que aseguraba aumentar rápidamente la masa muscular de los conejos haciéndolos más carnosos. Habían decidido probarlos con los conejos más debiluchos.
Habían pasado varias semanas de prueba y Arturo no había vuelto a ver a esos conejos. Algo raro estaba pasando porque sus padres se comportaban como autómatas y a pesar del calor llevaban puestas ropas de invierno.
Cuando Arturo se acerco al galpón la puerta estaba cerrada con llave. Tuvo que treparse  a la ventana para poder espiar el interior.
La escena era macabra. En el centro del matadero estaban los dos conejos que, no solo habían ganado masa muscular sino que, gracias a ese alimento fortificado también habían desarrollado varios circuitos neuronales que hicieron de ellos unas criaturas lógicas y maléficas.
Varios conejos sujetaban a los padres de Arturo mientras los dos líderes despegaban la piel de sus brazos y piernas. Con esos colgajos de piel humana cosían pequeñas botas con las que abrigaban las patitas de los conejos más pequeños.
Ahora entendía porque sus papas vestían de esa manera, simplemente para evitar mostrar las cicatrices que los conejos les estaban dejando.
Aterrado cayó de la ventana y fue descubierto. Pero los conejos tenían buena memoria. Ese era un plan de venganza y el estaba fuera del mismo.
Pobre Arturo, tuvo que aprender a vivir en el nuevo régimen.
La última vez que lo vi fue en el almacén de Doña Anita y recuerdo que dijo algo así como:
“Desde que los conejos industrializaron a mis padres para protegerse en el invierno con el abrigo de sus pieles curtidas, nada volvió a ser igual.”

LG










domingo, 30 de agosto de 2015



PUNTO DE INFLEXIÓN






Estaban los tres parados sobre una nube. Ella les gritaba frenéticamente. Le echaba culpas al que conducía el auto y al maquinista. El automovilista estaba callado y miraba sus pies. El maquinista se mostraba altivo.

       - ¿En que estabas pensando para cruzar las vías con las barreras bajas? ¡Me arruinaste la vida! ¡Iba por mi vestido de novia!
         - Te pido disculpas, no fue mi intención hacerte daño.
         - ¡Qué pedazo de nabo! Yo estaba terminando mi turno. Tenía que ir a la graduación de mi hija.
         - ¿Pero es usted ciego que no pudo frenar a tiempo su tren?- gritó ella.

Ella estaba parada detrás de las barandas de protección porque se habían activados las sirenas que indicaban que el tren estaba por pasar. Él aceleró la marcha rompiendo la barrera. Cerró los ojos y aguardó el impacto.
El maquinista vio el auto en el cruce de vías y accionó los frenos, pero todo fue tan rápido que no alcanzaron ni la distancia ni el tiempo para que el tren se detuviera. La formación envistió el auto desplazándolo hacia el paso peatonal arrollando, en su fatal trayectoria a la mujer que esperaba cruzar.
Minutos más tarde y con sus vidas pendiendo de un hilo, el servicio de emergencias rescataba a las tres víctimas del siniestro y las trasladaba al hospital más cercano.

LA HISTORIA DE FACUNDO: EL SUICIDA

Había conocido a Silvia en el trabajo y se había enamorado perdidamente de ella, desde el primer día que la vio.
Facundo tenía 27 años y una vida con muchos proyectos. Claro que en todos estaba ella.
Estuvieron juntos casi 7 años, con muchas idas y vueltas pero él se contentaba con recuperarla cada vez que los sorprendía la tormenta.
Era un hombre ansioso y sumamente celoso. No podía imaginar que ella tuviera otros anhelos en la vida que no pasaran por él.
Era analista de sistemas por lo tanto, no le costó nada violar la intimidad del celular y la PC de Silvia.
Ella iba a dejarlo una vez más, pero esta vez había un motivo. Se estaba viendo con otro hombre.
Afiebrado por el descubrimiento su mundo se le vino encima. No quedaban proyectos, sueños ni metas por compartir.
Las palabras de su psiquiatra le llegaban distorsionadas, como si le hablara debajo del agua. Nadie podía sentir lo que ocurría en su interior porque nadie podía entender la intensidad de su amor por Silvia.
Esa mañana durante el desayuno ella preparo su bolso y le dio la noticia de su partida. Le hablo del término del amor y de cómo ellos debían recomenzar su vida pero por caminos diferentes.
Facundo la dejo ir. Con la mente en blanco subió a su auto decidido a terminar con su sufrimiento. Al llegar a la barrera de Boyacá vio que venía el tren. Aceleró la marcha rompiendo la barrera. Cerró los ojos y aguardó el impacto.

LA HISTORIA DE JOSE: EL MAQUINISTA.

José era un operario de la empresa ferroviaria. Estaba casado y tenía 2 hijas mujeres.
Hacía más de 15 años que era maquinista y nunca había cometido un error. Era una persona bastante arrogante y con perfil machista pero un eficiente empleado que nunca llegaba tarde y cumplía con todos los requisitos de seguridad en su trabajo.
Al terminar su turno retornaba a su hogar siempre taciturno y malhumorado por lo que su mujer no emitía ningún sonido al verlo llegar. Le hubiese gustado tener hijos varones para poder compartir cosas de hombres como el boxeo y las carreras de autos pero la vida le dio dos mujeres. Ellas, al igual que su esposa, solo estaban destinadas a servir. Cocinar, planchar, lavar, etc.
Los fines de semana que no trabajaba se iba al hipódromo con algún compañero de trabajo, gastaban sus ahorros y tomaban unas copas. Lo suficiente como para volver a su casa borracho y violento. Su mujer era la que soportaba su furia, pero solo eran insultos y palabras hirientes que procuraba que sus hijas no escucharan. Por eso resistía.
Sus hijas siempre trataron de complacerlo. Así que lograron sendos títulos universitarios.
José no comprendía que utilidad les daría a ellas ese logro pero creía ser un buen hombre de familia por lo tanto, a la vista de todos festejaba la meta alcanzada por sus hijas.
 Ese era el plan que tenia al terminar ese día fatídico. Mientras pensaba en eso vió el auto en el cruce de vías y accionó los frenos, pero todo fue tan rápido que no alcanzaron ni la distancia ni el tiempo para que el tren se detuviera. 

LA HISTORIA DE CELESTE: LA TRANSEÚNTE.

Celeste vivía con su madre a pesar de estar pisando los 30.Tenía una hermana menor que al ver la situación tomó la mejor decisión de su vida. No sabe si era feliz pero ya no estaba en casa. Ahora tenía su propia familia y era dueña de hacer con su vida lo que quisiese. Pensó que ella debía seguir el mismo camino.
La madre de Celeste no era una mujer mayor pero tenía una personalidad depresiva y dependiente. La llamaba varias veces por día al trabajo solo para contarle sobre sus dolores y suplicios.
Si Celeste salía con sus amigas ella se encargaba de que volviera angustiada por haberla dejado sola. No tenía vacaciones porque su madre con su depresión no salía de la casa. Tomaba un coctel de antidepresivos que parecían no hacerle ningún efecto.
Una verdadera tortura. Por eso pensó que la manera menos culposa de despegarse de su madre era casándose.
Así fue que conoció a Román. Era un buen hombre pero no la deslumbraba ni le permitía volar. Más bien se aburría bastante con él. Pero era un buen candidato, con un trabajo estable y un pequeño departamento. Justo lo que necesitaba para escapar de su cárcel.
Celeste sabía que nunca podría corresponderle, pero Román estaba muy enamorado y haría cualquier cosa para complacerla.
Planearon la boda y cuando faltaban veinte escasos días para la libertad se dirigió hacia la modista para la última prueba de su vestido de novia.
Espero ansiosa a que pasara el tren ya que tenía cita en 10 minutos y la modista quedaba a 5 cuadras de la estación.
La sobresaltó el ruido de maderas rotas de la barrera cuando vio el auto en el medio de las vías y la intensa luz de la locomotora que parpadeaba a la vez que rugía sobre los rieles.
Una sacudida feroz la aplasto sobre el barandal mientras miles de fragmentos de cristal se le incrustaron en el rostro.


De repente una voz en off les dirigió la palabra. Parecía una escena cinematográfica. Ellos parados sobre una nube y una voz paternal hablando desde algún lugar sin poder verlo:

“Facundo: pusiste en riesgo tu vida y la de estas dos personas. Le diste a Silvia 7 años de celos desmedidos y vigilancia extrema. Ahogándola en un mar de cuestionamientos. En vez de enfrentar tus demonios, la decisión de terminar con tu vida solo te generó más sufrimiento.
José: más que un hombre de familia  te has convertido en un discapacitado emocional. Creyendo que la mujer no tiene un rol tan importante como el del hombre has desaprovechado la felicidad de ver crecer y evolucionar a tus hijas.
Y Celeste: casándote con una persona a la que no amas por escapar a las manipulaciones de tu madre sólo estas abriendo la puerta para una nueva cárcel.  
Sería prudente que revisen las vidas que han llevado hasta este momento. Se les dará una nueva oportunidad , no la desaprovechen.”

Facundo estaba sentado sollozando. Al verlo tan indefenso Celeste se acerco a consolarlo. José permanecía de pie en su pose altanera de costumbre.
De repente la nube se esfumó y comenzaron su viaje, en caída libre, de regreso a sus respectivos cuerpos.
En la guardia del hospital había tres equipos de emergentólogos reanimando a las víctimas.
Cuando los monitores dieron señal de actividad cardiaca, los equipos detuvieron sus maniobras y se palmearon con alegría.
En la sala de espera la esposa de José y sus dos hijas, Román y el psiquiatra de Facundo, recibían la milagrosa y buena noticia.


LG

domingo, 23 de agosto de 2015



HISTORIAS DE SUBTE




Aquí sentado en mi oficina de la calle Corrientes puedo ver el Obelisco y el entrecruzamiento de las avenidas atestadas de autos.
Acabo de cerrar un negocio más que importante y como si fuera un ritual siempre recuerdo las palabras de la abuela cuando, con mucha sensatez, insistía que no había nada sin sacrificio. Inmediatamente mis pensamientos volaron hacia mi adolescencia.
Cuando mi padre murió yo tenía 14 años y 2 hermanos menores. Resuelto a ayudar a mi madre salí una tarde de nuestra humilde casa de Once y, con bolsa en mano, pateé la calle para ganarme el mango.
En la bolsa llevaba mi guitarra, unas pelotas de trapo y una nariz de payaso improvisada, que le había robado al juego de magia de mi hermanito.
Me dirigí por la calle La Rioja hasta Plaza Miserere donde estaba la boca del subte y respire hondo.
Había pensado ir de vagón en vagón tocando la única melodía que sabía y luego de unos cuantos malabares pasaría mi gorra juntando algunas monedas para llevar a casa.
¡Qué recuerdos aquellos!
El primer vagón estaba casi vacío así que realice mi rutina y no recibí ni siquiera una sonrisa.
Lo mismo ocurrió en el resto de los vagones.
Medio decepcionado baje en Congreso y me senté a esperar el próximo subte. Ya casi eran las 5 de la tarde así que el andén comenzó a poblarse de gente.



Cuando llegó y se abrieron las puertas pude ver que estaban todos los asientos ocupados y había algunos pasajeros parados en la mitad del vagón.
La gente me miró con curiosidad. Las piernas me temblaban mientras todos esos ojos me observaban inquietos.
Saque mi guitarra y al hacer sonar el primer acorde, 3 de sus cuerdas se rompieron generando un sonido disparatado. Avergonzado puse a girar en el aire las pelotas de trapo pero desafortunadamente, ellas hicieron lo que quisieron volando en todas direcciones.
Cuando me agache para juntarlas, un movimiento del vagón me llevo directamente al suelo. Despatarrado y sin nariz mire a mi público que comenzó a reír a carcajadas. Algunos inclusive aplaudieron mis desgracias.
Por suerte habíamos llegado a Lima, al descender del subte fueron llenando mi gorra con las monedas y billetes de tantos vueltos contenidos.
Desde ese momento todos los días repetí mi espectáculo con mucho éxito y no paré más de trabajar. Tuve varios empleos diferentes antes de llegar a donde me encuentro hoy.

La abuela decía muchas cosas ciertas, las mismas que yo le repito a mis hijos; No hay nada sin sacrificio y estoy plenamente seguro que todo es una cuestión de actitud.

LG

viernes, 21 de agosto de 2015



INFANCIA INTERRUMPIDA
                                            




Ella se había dormido después de un agotador día de trabajo. Su nombre es Laura y es obstetra del hospital general.
Aylen es su paciente preferida. Cuando atendió la llamada sabía que había llegado la hora.
Aylen es una adolescente y a diferencia de sus otras parturientas es especial, no solo por su corta edad, sino por su historia de vida.
Es la hija menor de un matrimonio de padres mayores y había sobrevivido a una enfermedad oncológica en su primera infancia. Quizás por eso fue siempre una niña consentida y con pocos limites.
Esto podría tratarse de uno de sus nuevos caprichos pero lo más probable es que un hijo, cambie su vida para siempre.
Ahora era Laura la que debería poner los límites que sus padres no pudieron. Solo debía llamarla si era necesario.
Insistió en que controlara su respiración. En que anotara el tiempo entre cada contracción. En que tomara el antiespasmódico y tratara de dormir. Pero Aylen llamó repetidas veces.
Imaginó su cara de susto con ojos de niña, con lágrimas como perlas rodando por sus mejillas rosadas y pudo entender la sensación sobreprotectora de esos padres.
Ahi estaba en su semana 37. No debería ser su momento pero los hechos le indicaba que ese bebe estaba por nacer.

Laura respiro hondo. Se levanto de la cama, se vistió con su blanco ambo inmaculado y salió.

LG
UN GOLPE DE SUERTE





Todo había transcurrido muy rápidamente. Algo que se había planeado durante tanto tiempo y repentinamente, un giro del destino, hizo que el desenlace arrojara los mismos resultados.
Luego de varios meses esa noche tormentosa daba el marco perfecto para la ejecución de su plan.
Años de cuidados intensivos al Sr. López habían logrado que confiara en ella, y en uno de esos últimos momentos de delirio, firmara el testamento que traspasaría toda su fortuna a nombre de la servil y desinteresada enfermera.
A la familia no le agradaba su presencia pero ninguno estaba en condiciones de resignar su vida para cuidar de un enfermo, sobre todo cuando, en realidad esperaban su deceso para hacerse de unos buenos millones.
Por suerte su hijo mayor considero muy valiosa la ayuda profesional de Rita y así pudo mantener su trabajo y planificar cada detalle de su brillante plan.
Entre todos los padecimientos del Sr. López había uno que le daría la mayor de las satisfacciones. La diabetes…silenciosa y recurrente… mortal. Esperaría el momento oportuno para administrar unas unidades más de insulina y la hipoglucemia haría el resto. Era perfecto.
La casa del Sr. López era una de esas construcciones victorianas ocultas por una vegetación abundante. Muchos muebles antiguos, muchas alfombras y pinturas completaban los espacios vacíos de cariño, de todas las estancias de la casa.
Si bien tenía una familia numerosa nadie venia de visita. Nadie recordaba al Sr. López, nadie lo extrañaba. Salvo Julián, su primogénito.
El Sr. López parecía ser un hombre de carácter complicado pero cambiaba su semblante cuando estaba con Julián.
Para el clan familiar la desaparición del Sr. López seria un alivio. Luego se convertiría en un dolor de cabezas, cuando se dieran cuenta de que la herencia ya no les correspondería.

El Sr. López respiraba con dificultad y frecuentemente se atragantaba con su papilla. Solo debió esperar a que sufriera un nuevo episodio de broncoaspiración y la infección respiratoria descompensaría su diabetes, dándole el pase directo al otro mundo y a ella a su nueva vida. Nadie sospecharía su intervención dándole una sobredosis de medicación.

Rita recorrió el pasillo oscuro de la planta superior, con la jeringa mortal.
Sudorosa y alerta se sobresaltó con cada relámpago que iluminó la estancia a través de los altos ventanales.
El monstruo que llevaba adentro se estaba liberando y daría el golpe final… mataría a un hombre y no había vuelta atrás.
Al abrir la puerta un silencio sepulcral le heló la sangre y un escalofrió ominoso le recorrió la espalda. Al acercarse a la cama del Sr. López, vio su rostro pálido casi verdoso. Sus ojos de contornos morados la perforaron con su mirada distante. No pestañeaba. Había muerto.
Por un minuto la mente se le puso en blanco y las sienes le retumbaron al ritmo de su pulso acelerado. Refrenó al demonio asesino que pujaba por salirse de su alma y suspiró aliviada agradeciendo semejante golpe de suerte.
Rita llamo al doctor y a la familia del finado.
En menos de una hora y con el cuerpo todavía tibio toda la familia se reunió en la sala de la vieja casona. Parecía una convención de cuervos y buitres. El único que lloraba a su padre era Julián.
Luego de la confirmación de la muerte natural del Sr. López; Julián agradeció los cuidados de la enfermera y la despidió cordialmente.
Detrás de la cara apesadumbrada de Rita había una alegría contenida, sin esfuerzos ni remordimientos comenzaba a vislumbrar una vida de lujos.
Julián miró a su padre con tristeza pero con orgullo. Fue un hombre recto y de mucho carácter. Hombre de ciencia al igual que él. Quizá la devoción por la profesión fue lo que los mantuvo tan unidos.
No pudo negarse a su última voluntad. Unos meses atrás su padre había llamado al escribano, aprovechando uno de sus momentos de lucidez, quien redacto el testamento que legaba toda su fortuna a la universidad.
Luego de todos los trámites legales guardó los documentos a la espera del desenlace fatal. Y había llegado el momento, sabía que todos quedarían sorprendidos.

Antes de salir, abrió el primer cajón de la cómoda, esta vez para echarse al bolsillo, el funesto manuscrito, que siempre había saltado a la vista desde allí cuando iba a sacar un pañuelo limpio; y, provisto de él, se animo a enfrentar la calle.
LG